«Mañana es día 15: que no se me olvide finalizar el informe mensual”, “Voy a dejar el contrato en el escritorio para que no se me pierda”, “Hoy sólo tengo que hacer la actualización ¡Ah! Y mandar el sobre antes de las 12.”…
Estas frases tan inocentes suelen ser indicadores de un estrés invisible que sufrimos debido al trabajo que hace nuestro inconsciente. Puede que tengamos un método de trabajo, pero el hecho de que confiemos más o menos en nuestras herramientas de productividad puede afectar a nuestro nivel de estrés, aumentándolo de manera innecesaria. Vamos a ver cómo arreglarlo.
¿Cuál es el primer motivo de escribir en una lista las cosas que tenemos que hacer? Muy sencillo: No tener que recordarlas
Sin embargo hay cosas que no apuntamos porque creemos que no nos compensa: Son cosas muy sencillas. Nos parece una pérdida de tiempo apuntarlo. Tardamos menos en hacerlo que en escribirlo. Sabes que no se te va a olvidar. Mil motivos más, y todos son ciertos y tienen sentido. Y todas esas pequeñas cosas se te quedan en la memoria.
¿Qué ocurre cuando te pones a trabajar activamente en una tarea? Pues que tu mente se centra en ello, y la obligación de recordar esas pequeñas cosas pasa del consciente al inconsciente. Te olvidas de ellas, hasta que de repente vuelven a surgir. Y por supuesto no las anotas por los motivos que comentábamos antes, y vuelta a empezar.
Esto, que parece una tontería, hace que tu subconsciente se bloquea, y le obligas a mantener su «atención invisible» en esas pequeñas cosas, provocando un «estrés invisible»: una sensación de que tienes algo importante que hacer, una prisa innecesaria, una sensación de apagar fuegos y de trabajar sin priorizar.
La solución pasa por dos vertientes:
- Tener un método de productividad fiable.
- Fiarnos de nuestro método de productividad.
Busca una herramienta que te recuerde lo que tienes que hacer, y libera a tu mente de esa responsabilidad. Por ejemplo, tener una agenda en nuestro móvil que nos recuerde nuestras reuniones, y anotar ahí incluso las más pequeñas reuniones o compromisos. De esta manera eliminamos de nuestra mente el estrés que nos obligaba a estar todo el rato pendiente del calendario o del reloj.
Y a tí ¿te ocurre a menudo eso de recordar de repente algo que tienes que hacer?